sábado, 11 de agosto de 2012

Sobre los sentidos del arte y de las palabras

Podemos coincidir en que una obra de arte es polisémica, que tiene muchos significados e interpretaciones.

Cabe citar el caso de la ambigua sonrisa de la Gioconda de Da Vinci o La persistencia de la memoria, de Dalí. Todas obras que al ser contempladas despiertan distintas reacciones, desde el recuerdo de vivencias pasadas, la imaginación de otras futuras inexistentes, o la invención de interpretaciones alocadas (los relojes de Dalí me recuerdan el queso de una pizza recién horneada, sobre todo cuando se acerca el mediodía y no comí).

Según los historiadores de la escritura, las letras tienen un origen pictográfico. Como explicaron Moorhouse y Calvet, la letra "A" tiene su origen en el dibujo de una cabeza de vaca que, invertida, representó a la palabra aleph (buey, en semítico). Y tampoco se duda en considerar a las pinturas rupestres como antecesoras de la escritura.

Es decir, hay un antecedente artístico en los sistemas de escritura y en el dibujo de las letras y signos. Durante miles de años desarrollamos una manera de precisar los significados de estos gráficos primigenios. Según explica la semiótica, gracias a los códigos o a cierto contrato social del sentido hoy nadie discute que la letra "A" representa el sonido "a" (de acuerdo al idioma que se hable, claro).

Pero sí podemos llegar a discutir (y a no ponernos de acuerdo) sobre el significado ya no de letras, pero de palabras. ¿Cuántas horas de charla de café se habrán usado para discutir sobre el significado de "libertad", "democracia" o "amor"?

Tal vez, en el origen de estos desencuentros semánticos, con notorias consecuencias en nuestras relaciones sociales y políticas, esté el hecho de que nuestras formas de expresión escrita tienen en su génesis la ambigüedad del plano pictórico y artístico.

jueves, 9 de agosto de 2012

De paros, subtes y bondis

Luego de seis días de paro de subtes (y a la espera del séptimo) en Buenos Aires, cabe una inesperada reflexión etimológica.

Las políticas de transporte urbano no sólo pueden generar dolores de cabeza a miles de pasajeros; también son posibles fabricantes de nuevos vocablos que suelen incorporarse a nuestro lenguaje popular. Cuenta José Gobello en su clásico libro "Lunfardía" que la palabra bondi, tan porteña en la actualidad, tiene raíces anglo-brasileñas. La cosa es así: en Río de Janeiro la empresa que ofrecía el servicio de tranporte de colectivos, de origen inglés, necesitó emitir bonos para conseguir financiamiento para la compra de nuevos carros eléctricos. Estos bonos se los llamó bonds y por extensión, la gente comenzó a llamar bondis  a los propios colectivos. De esta forma, de la necesidad de incorporar nuevos vehículos para ampliar la línea de transporte, se inventó un gracioso término popular que, migración mediante, llegó a nuestra región.

Ahora, ¿qué nuevas palabras surgirán en nuestro lenguaje cotidiano una vez que los subtes vuelvan a andar sobre rieles?

miércoles, 8 de agosto de 2012

Repetir el año... ¿o no?

Hay opiniones divididas sobre la utilidad del mecanismo de repetir el año en primaria o en el secundario. Este es mi informe publicado en Clarín Educación.