miércoles, 30 de abril de 2014

El semillero de jazz de la Ciudad

El conservatorio Manuel de Falla dicta una tecnicatura a la que asisten un centenar de estudiantes del país y Latinoamérica. Entrevista "En Primera Persona" a su director, el pianista y compositor Ernesto Jodos. Además, la celebración del Día Internacional del Jazz en la Usina del Arte.




Es mediodía de un jueves y en el auditorio del conservatorio Manuel de Falla, a pocas cuadras del Abasto, las luces cálidas y tenues enfocan un escenario al nivel del piso en donde cinco veinteañeros prueban una y otra vez el inicio de “No me esqueca”, una melodía con ritmo “afro” grabada por el saxofonista Joe Henderson hace cuatro décadas.

“Un, dos, tres, no… vamos de vuelta”, marca sin batuta, pero atento a cada movimiento de los estudiantes, el pianista y profesor Ernesto Jodos, quien además dirige la Tecnicatura Superior en Jazz que desde 2006 se dicta en aquel Instituto de la Ciudad y a la que asisten un centenar de músicos todos los años.

En la Argentina, una de las maneras que tenían los primeros músicos de aprender a tocar jazz era sentarse a gastar las púas de los tocadiscos para poder sacar las melodías y los acordes. A mitad del del siglo XX no había escuelas, ni profesores del popular género musical.

Con el tiempo esto cambió radicalmente y hoy existen diversas opciones para estudiar profesionalmente. La Tecnicatura Superior del Manuel de Falla es, sin dudas, una de ellas. “Es uno de los principales lugares donde se nuclea gente con el interés de tocar jazz, aprender y seguir tocándolo”, definió Jodos quien, con la celebración del Día Internacional del Jazz con un ciclo en la Usina del Arte de fondo, contó cómo aquel espacio educativo de la Ciudad permite formar y reunir a un semillero de jóvenes músicos “jazzeros” de la Ciudad y de todo el país y proyectar sus carreras a un nivel nacional y mundial.







¿Qué enseña la Tecnicatura Superior en Jazz de la Ciudad?

En el conservatorio enseñamos la parte estilística del jazz moderno que surgió en los años ´30 y ´40, con una orientación dentro del Be-bop y de las músicas que vinieron después. [N. del R: son referentes del Be-Bop Charlie Parker, Dizzy Gillespie y Miles Davis, entre otros]

¿En qué estilos se mueven mejor las nuevas camadas de jazz?

Los estudiantes tienen intereses bastante variados. Quienes vienen suelen saber ya lo que se trabaja aquí, entonces tienen interés por los estilos que enseñamos (be-bop). Después, cada uno artísticamente, mientras que está en el conservatorio o después, hace sus investigaciones.

¿Cuáles son los primeros conocimientos que se le enseñan a un músico que quiere hacer jazz?

Primero hay aspectos rítmicos. Una vez que el estudiante tiene la técnica se ve articulación y fraseo vinculados al estilo musical. Después se trabaja en improvisación con cambios de acordes. Ese es el ABC. Luego se estudian cuestiones específicas en ensambles de músicos o clases de instrumentos.







¿Es un desafío enseñar a improvisar?

Es un desafío, pero no hacemos improvisación pura, sino dentro de un lenguaje. La enseñanza de la improvisación dentro del jazz tiene una historia larga. Lennie Tristano fue uno de los primeros en enseñarla y tuvo alumnos que fueron grandes improvisadores. Barry Harris es otro ejemplo; también está todo el sistema norteamericano y europeo que poseen carreras de jazz desde los ´70.

¿Cuántos alumnos tiene la tecnicatura?

Hay bastantes, unos 120 o 130. El interés es más o menos parecido todos los años. Se inscriben unas 200 personas y a partir de los exámenes de competencia, que son comunes a todo el conservatorio para ingresar al ciclo superior, van a un coloquio y se genera un orden de mérito para ocupar los cupos que hay. Así entran unos nuevos 40 alumnos por año. En general la deserción es muy chica comparada con otras instituciones.

¿Hay alguna identidad propia del jazz en Buenos Aires?

No sé si hay una identidad propia a través de la carrera. No encuentro una particularidad sobre los músicos de Buenos Aires y de la Argentina. Sí hay grupos particulares basados en tocar música original, otros que quieren hacer música más libre, otros dentro de un lenguaje existente. Cada líder o compositor tiene su búsqueda en todos lados.





¿Qué cambios hubo en la escena del jazz local en los últimos años?

Creo que hay una escena de jazz muy grande, especialmente de músicos jóvenes que son estudiantes o que lo fueron hace poco y que generan una música interesante. Es mucha gente. Una de las cosas buenas es que los músicos que quieren hacer música fueron encontrando lugares para tocar, tal vez menos visibles que los establecidos. Esto tiene que ver con una o dos generaciones de músicos más jóvenes que abren su espacios.

¿Qué recomendación le darías a quien quisiera empezar a escuchar jazz?

Primero, escuchar la música, básicamente. Lester Young, Count Basie, (Charlie) Parker, los discos de Miles (Davis) de los ´50 y ´60. Pueden descubrir lo que hicieron los músicos con los que tocaban y así armarse una historia del jazz propia. Como aprendimos todos: buscando. Nadie aprendió a a escuchar jazz leyendo un manual de historia. Así uno le da la importancia a unos disco o a otros.

¿Cómo juegan las nuevas tecnologías en la enseñanza del jazz?

Las nuevas tecnologías ayudan mucho a la circulación de información. Hay muchos libros y muchas grabaciones disponibles. Pero gracias a ellas vienen a la carrera muchos músicos de distintos lugares del país, de ciudades que quizá hace 20 años no habrían tenido el acceso a esa información; vienen de Ecuador, Colombia, Chile, Uruguay. Lugares en los que hace 20 años no se escuchaba mucho jazz y ahora sí. Eso tiene que ver con Internet.

¿Cómo es la interacción con estudiantes de música de otros países?

Es interesantísima, nutre un montón. Viene gente con muy buen nivel, con otras escuchas, con posibilidad de generar una red hacia el futuro para que todos puedan moverse y tocar en distintas ciudades y países. Muchos ex alumnos de la carrera viajan alrededor del país para tocar con sus ex compañeros que están en otras ciudades. Algo parecido va pasando con los países cercanos. La tecnicatura es un lugar en el que se juntan de muchos lados y de ahí salen muchas cosas. Es uno de los principales lugares donde se reúne gente con el interés de tocar jazz, aprender y seguir tocándolo.




El Conservatorio Superior de Música “Manuel de Falla” pertenece al Sistema Superior no Universitario de Formación Docente de gestión estatal y es una Institución pública y gratuita de la Dirección General de Enseñanza Artística, del Ministerio de Cultura porteño. Brinda al final de las carreras títulos docentes y habilitantes para ejercer la docencia musical en todo el país.

Fotos: Estrella Herrera/GCBA.
Producción periodística: Enrique Fraga/WebGCBA.




martes, 15 de abril de 2014

"El BAFICI es un festival del público"

En la antesala de la 16° edición su director Marcelo Panozzo consideró que con más de 100 propuestas locales "es un año muy bueno para el cine argentino". Las nuevas producciones y consejos para disfrutar del encuentro del séptimo arte.



“A la gente que viene al festival por primera vez les recomiendo mucho empezar por la programación gratuita del Parque Centenario, hay un montón de películas buenísimas todas las noches y es un buen lugar para hacer los primeros pasos en el BAFICI”.

Como un acomodador que guía a la gente hacia sus butacas no lo dudó y, de entre los muchos escenarios con más de 400 películas que ofrecerá del 2 al 13 de abril la 16° edición del BAFICI, su director Marcelo Panozzo eligió al tradicional anfiteatro porteño de la comuna 6 como el lugar ideal para que los principiantes se inicien en el mundo emergente del séptimo arte en la Ciudad.

“Ver cine independiente no es distinto a ver cualquier otra película. Hay que ir con el mismo espíritu con el que se va a pasar un buen momento en el cine: de reflexión, ternura, tristeza…”, explicó Panozzo tras detallar lo mucho que le reconforta dirigir el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires que tan solo en su última edición convocó a 370 mil personas y tras 16 años y varias administraciones artísticas continúa siendo una fiesta vital del arte de la Ciudad para la gente y hacia el mundo.


















¿Cómo se puede definir al cine independiente?

Es un poco difícil de definirlo porque cuando nació el BAFICI el cine independiente era, en términos económicos, lo hecho a espaldas de Hollywood y del cine mainstream (cine comercial) y creo que esa idea ha ido quedando vieja, fue cambiando. Hoy en realidad sobre todo en el festival nos enfocamos en traer a Buenos Aires un cine que en el resto del año no tiene ninguna posibilidad de conseguir estrenos en multicines y salas comerciales. Apuntamos a traer a Buenos Aires 400 películas que el resto del año van a ser difícil de ver. No quiere decir que no sea un cine para que lo vea bastante público, porque sí lo ve.

El cine independiente de Buenos Aires ¿tiene algún lenguaje propio o cierta particularidad?

No, por suerte, lo que llamamos cine independiente o cine arte es difícil de definir en un par de eslóganes. Afortunadamente, eso es lo mejor del asunto. Porque hay de todo, documentales, cortos, largos, ficciones, 20 mil lenguajes diferentes, hay género, hay experimentación… eso es lo rico.

¿Hay algún género actual de moda?

No, pero sí hay un tipo de cambio de paradigma en cuanto a los formatos, sobre con cuántos minutos se considera un largometraje. Hay películas de 40, 50 minutos que son perfectas, redondas, impecables. Hace unos años no era tan normal películas de esa duración. El estándar de 80, 90 minutos se ha ido rompiendo. Primero se rompió hacia arriba con películas súper largas y ahora hacia abajo con otras más cortas. Hay una mezcla de cosas, una variedad de miradas que enriquecen mucho el menú.

¿Los jóvenes cineastas tratan alguna temática en particular?

Me parece que en el cine argentino hay una cosa muy mezclada, muy dividida entre ficción y documental, pero con mucha mezcla. En la competencia internacional de BAFICI tenemos tres películas argentinas, son tres ficciones súper distintas entre sí, dos de las tres son óperas primas, son muy sólidas, pero que no tienen una cosa que digas “acá se está contando la crisis” o “las películas hablan sobre esto”. De vuelta, por fortuna, el cine está a salvo del lugar común que impone todo rótulo o toda definición.

A través de las redes sociales el público observa, opina, califica, entre otras cosas, sobre cine… ¿Qué rol tiene un crítico hoy bajo estas condiciones?

Es un paradigma que ha ido cambiando. Así como cambió la manera de estrenar las películas, así como hay que pensar cómo un film independiente se defiende en la cartelera, en la sala o en el circuito alternativo, de la misma manera el rol del crítico ha ido cambiando. El lugar que ocupaban en las páginas de los diarios, que fue lo más tradicional siempre, se ha ido recortando un poco; no sé cuánto poder tienen, pero siguen teniéndolo. Estamos en un período de transición en el que el quick critic (crítico veloz) que aparece por redes sociales, que es muy influyente también, cambia profundidad por ingenio en base al material que puede producir. Creo que la crítica en blog, microblogging o en redes sociales está yendo a un lado que no se termina de definir, pero que es obvio que hay que prestarle atención.

¿Qué cambios ha habido en estas 16 ediciones de BAFICI?

Enormes. Es un festival que empezó con menos de 200 películas y hoy tiene casi 500. Empezó con mucho público también y hoy tiene muchísimo más. Fue sumando cosas por el camino. Sus directores Andrés Di Tella, Quintín, Fernando Peña, Sergio Wolf y, espero, también yo le hemos ido agregando cosas; hemos respetado una esencia del festival, un encanto, pero completándolo con algo más. Creo que es el mayor logro del festival que lleva 16 años, un montón de administraciones políticas y artísticas y sigue siendo todos los años una fiesta, una cosa absolutamente vital. Es algo que me reconforta mucho.

¿Cuál es el lugar que ocupa el festival internacionalmente?

Hay festivales mundiales que son muy influyentes en la opinión pública, pero que le dan la espalda al público. BAFICI es un festival muy del público pero a la vez tiene influencia en críticos y programadores, en la formación de la opinión sobre películas. Se catapultó hace ya muchos años y sigue siendo el lugar al que los programadores de afuera vienen a ver cine argentino. Es una cita para programadores de festivales muy importantes como Locarno, Viena, Toronto, Cannes o Berlín, que vienen a ver cine argentino a BAFICI.

¿Qué novedades hay para esta edición?

Es un año muy bueno del cine argentino. Creo que es récord de películas porque tenemos, entre cortos y largos, 113 films; son 50 y pico de largos y es muy sólida la programación. Hay cine argentino en todas las secciones, hay un montón de cortos. El cine que empiece su recorrido en BAFICI va a tener un largo año de festivales.

Aquel que nunca vio cine independiente, ¿qué recomendación le daría para apreciar mejor un film?

No es distinto a ver cualquier otra película. Hay que ser lo menos sectario posible. Hay que ir con el mismo espíritu con el que se va pasar un buen momento en el cine, entendiendo ese buen momento como cada uno lo entienda: de reflexión, ternura, tristeza… A la gente que viene al festival por primera vez les recomiendo mucho empezar por la programación gratuita del Parque Centenario, hay un montón de películas buenísimas todas las noches y es un buen lugar para hacer los primeros pasos en el BAFICI.


Fotos: Estrella Herrera/GCBA.

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