miércoles, 20 de junio de 2007

Cuando el lunfardo se prohibió en la radio argentina

Pocos recuerdan cuando los tangos en lunfardo debieron pasar por una aprobación ministerial, determinante para ser difundidos a través de la radio. Durante casi veinte años, autores de tangos como "El bulín de la calle Ayacucho" o "Cafetín de Buenos Aires", debieron modificar sus letras o bien abstenerse de tocarlas en el medio.

¿Pero por qué el lunfardo? Esta jerga, que hoy se la asocia con el habla popular de Buenos Aires, no gozó siempre de aceptación en los ámbitos literarios y académicos, tanto por la combinación de modismos lingüísticos que posee, como por las historias non sanctas que a través de la misma se contaban.

El basamento ideológico de esta prohibición se fue gestando durante los años del Centenario, en donde primaba entre las clases gobernantes una exaltación por el cuidado del idioma nacional y de la "raza hispánica", contracara de una marcada xenofobia hacia el inmigrante y su cultura. A su vez, el sedimento normativo se dictó en las primeras regulaciones radiofónicas, allá por el '33.

No obstante, diez años después, el golpe del GOU aplicó las medidas de censura redactadas previamente y aportó nuevas normas de regulación idiomática. Estas incluyeron desde la publicación de listas con palabras prohibidas, el armado de un aparato estatal de supervisión de letras cantables, hasta la especificación del orden coreográfico bailable para la música folclórica ("se va la primera", "se va la segunda", etc.). Tal grado de meticulosidad expresiva para con las transmisiones puede leerse en el "Manual de Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión", decretado a fines del gobierno de Edelmiro Farrell.

De esta manera, "El bulín de la calle Ayacucho" pasó a ser "Mi cuartito" y donde el tango cantaba al "bulín que la barra buscaba pa' caer por la noche a timbear", tuvo que decir "mi cuartito feliz que albergaba un romance sincero de amor". Mencionar las palabras prohibidas podía implicar desde una multa, hasta el retiro de la licencia para explotar el medio.

Fue entonces que las radioemisoras, bajo esta presión, comenzaron seriamente a exigir a los músicos una depuración de sus letras, cuando no una modificación radical de sus significados. Esto derivó en un cruce de acusaciones por parte de los gremios de artistas, quienes veían en las emisoras a las encargadas de vigilar y corregir los cancioneros populares. Lo cierto es que el principal responsable de esta situación era el Estado, quien se había adjudicado la potestad sobre el contenido de las canciones a irradiar.

Pero no fue el lunfardo de los tangos el único motivo de censura. Cabe mencionar "Cafetín de Buenos Aires", de Discépolo y Mores, prohibido tras su estreno en mayo de 1948. El ensañamiento aquí fue con la mirada pesimista proclamada por el autor, al citar una entrega "sin luchar", así como una metáfora entre el cafetín y "la vieja" que, para oídos faltos de función poética (Jacobson dixit), caía en una incomunicable falta de respeto.

Haber tocado a Discépolo generó una revuelta en SADAIC, que incluyó carta al presidente Juan Domingo Perón para que pusiera manos en el asunto. El mandatario concedió una entrevista inmediata, por lo que se formó un dream team tanguero (que incluyó a Canaro, Manzi, Vacarezza y Troilo, entre otros) para explicar la situación de sus representados. Perón los recibió y, en un clima cordial, se dirigió a Alberto Vacarezza, quien días atrás había sufrido un robo en un tranvía, y le dijo "Don Alberto, me enteré que los otros días lo afanaron en el bondi". Esto generó la hilaridad de los presentes y una sensación de que la veda acababa de ser levantada tácitamente, puesto que si el mismo presidente hablaba en lunfardo no habría inconveniente alguno en su difusión radial.

Sin embargo, la falta de una norma inmediata que contradijera a las anteriores hizo que la veda continuara por unos años más. Pero ya eran otros tiempos y el lunfardo comenzaba a ser tolerado, hasta aceptado, por las academias del lenguaje. Dejaba de ser entendido como una jerga de delincuentes para convertirse en el habla popular rioplatense, por lo que su prohibición se fue extinguiendo gradualmente y las canciones prohibidas volvieron, tímidamente, a las radioemisoras.

Enrique Fraga
mailto:efraga78@hotmail.com
Publicado en
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2007